martes, 12 de enero de 2010

Un viaje donde pasamos miedo

Por Mari Carmen Prieto,

Recién llegados desde Cáceres, y aún con el susto en el cuerpo, relato en las siguientes líneas nuestra experiencia para que os podáis hacer una ligera idea de cómo nos sentíamos en el viaje de regreso.

Las cosas empezaron a pintar mal nada más pisar suelo cacereño, a eso de la una y media, donde podíamos ver caer los primeros copos de nieve. A partir de ese momento nos empezamos a preguntar cómo se nos presentaría el viaje de vuelta a Puertollano, pensando que ya no llegaríamos sobre las diez y media, más o menos, como teníamos previsto, sino una o dos horas después… sin que se nos pasara por la cabeza que volveríamos veinticuatro horas después.

Según pasaban las horas y se acercaba el comienzo del partido, la nieve caía con mas fuerza hasta que unos quince minutos antes nos dieron una noticia que sí se nos había pasado por la cabeza, que el partido había sido suspendido, ya que era imposible jugar en esas condiciones.

Una vez subidos en el autobús, observábamos temerosos como las carreteras estaban completamente blancas, por lo que el conductor empezó a aminorar la marcha hasta que justo antes de empezar a subir el puerto que tendríamos que atravesar para volver el autobús se detenía a las 17:25 horas de la tarde para no volver a ponerse en marcha hasta las 22:30 de la noche.

Cinco horas interminables en las que nuestra única ocupación era entrar y salir del autobús a pesar del frío, unos para hacer la espera más corta fumando, hablando por teléfono y otros simplemente para observar como la fila de coches que teníamos detrás iba aumentando, pero todos nos dábamos cuenta de lo mismo, que la situación iba empeorando y que la nieve caída en la carretera se había transformado en enormes placas de hielo, lo que hacía imposible que nos pudiéramos mover de allí. Al mismo tiempo comprobamos también cómo varios vehículos estaban en la cuneta porque la carretera era literalmente una pista de patinaje.

La fuerte nevada que nos dejó aislados durante esas horas cesaba poco antes de que nos dejaran volver a iniciar la marcha rumbo al pueblo más cercano para pasar la noche en un hotel y no en el autobús como ya habíamos asimilado.

Durante la subida y la bajada del puerto, un tanto peligrosas por las curvas, las caras de los que íbamos allí eran un poema, unos no podíamos dejar de mirar a la carretera y otros directamente cerraron los ojos o miraron para otro sitio. En esos momentos, cada minuto parecía una hora y cada vez que salíamos de una curva pensábamos “ya queda una menos”. Conseguimos salir de nuestra particular “aventura” y pasar la noche en Miajadas, algunos durmiendo y otros sin quitar ojo a la ventana para ver como iba desarrollándose la noche.

Sin duda una experiencia que muchos recordaremos con miedo aunque ahora no le demos tanta importancia, y sin duda una experiencia nueva que contar el día de mañana (que curiosamente ese es el titulo de una película que algunos teníamos en mente)

2 comentarios:

  1. Me alegro que todo se diera bien al final. Un abrazo para todos y muy buena tu "crónica" del viaje

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  2. lo que yo te diga esta chica vale para periodista jejejeje

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